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Parque temático

Un parque temático es un lugar en el que se reúnen un conjunto de atracciones alrededor de una línea argumental específica destinada a ofrecer entretenimiento, educación y ocio a sus visitantes (Ariza, et al., 2011). Los parques temáticos actuales pueden considerarse los herederos de dos tradiciones anteriores: la de los “parques de atracciones” orientados al puro ocio, y la de las exposiciones “universales”, nacionales, regionales o conmemorativas (Ten, 1998). En ese sentido, un parque temático es a la vez una manifestación cultural de unas determinadas sociedades con un componente de diversión, pero al mismo tiempo, con una propuesta educativa no formal. El espacio educativo se materializa en una escenografía en la que se integran las propuestas de comunicación y que representa contextos reales o imaginarios coherentes con las mismas, a través de la construcción de edificios, el diseño de vías de comunicación y la apariencia de los espacios interactivos (Ten, 1998).





El turismo en parques temáticos nació en 1995 en Norteamérica con Disneyland en California, uno de los iconos reconocidos a nivel mundial por su gran repertorio de atracciones mecánicas, restaurantes, tiendas de productos relacionados con la temática del parque, ambientación y escenografías acordes con la línea fundamental, así como de complejos tipo resort para el hospedaje  (Ariza, et al., 2011, p. 12). Este parque inició con un plan que comprendía alrededor de 40 hectáreas de tierra sobre las que se dispusieron atracciones y proyectos para dar vida a cinco mundos de fantasía, pero construidos con todo el realismo posible, incluso con personajes de carne y hueso (Ten, 1998). 

En el caso de Colombia, el Ministerio de Industria y Comercio, al ver el auge de este tipo de turismo, inició proyectos para apoyarlo. Así, el país pudo potenciar sus “particularidades”, al demostrar que cada región de Colombia tiene algo diferente para mostrar; de esta manera nacieron iniciativas de parques representativos de la región cafetera, como el Parque del Café en 1995, y Panaca en 1999 (Ariza, et al., 2011, p. 13), y, más recientemente, en el 2012, el Parque los Arrieros, los tres ubicados en el departamento del Quindío. Dentro de los productos y servicios de estos parques temáticos se encuentran: recorridos por senderos ecológicos, actividades recreativas al aire, talleres educativos, servicio de comida típica o rápida, alojamiento en hotel o cabañas, actividades con animales, tienda de recuerdos, atracciones, y deportes extremos (Ariza, et al., 2011, p. 9). 

Tanto el Parque del Café como el Parque los Arrieros, tienen el objetivo de resaltar la “cultura cafetera” y la “cultura del arriero”. En el caso del primero, este se compone de escenarios que hacen alusión a diferentes elementos de la cultura cafetera, como las casas de bahareque, los Jeep Willys y los cafetales, y adicionalmente ofrece atracciones, entre estas “La Broca”, una montaña rusa que lleva como nombre la plaga que azotó a los cafetales de la región en la segunda mitad del siglo XX. Este parque tiene el objetivo de brindar “diversión con sabor a café” (Parque del Café Oficial, 2015, 0:24). En el caso del Parque los Arrieros, es un lugar que “ofrece servicios turísticos de recreación, esparcimiento y aprendizaje; en torno a la cultura de la arriería; a través de escenarios artísticos, culturales y áreas de entretenimiento que conforman un abanico de opciones para que los visitantes, disfruten de una agradable experiencia en nuestras instalaciones” (Parque los Arrieros, s.f.).

Los parques anteriormente mencionados, se enmarcan dentro de la definición de parques temáticos que se han construido con base en la iniciativa privada, por eso, son espacios cerrados, en los que se puede controlar la entrada de visitantes y el cobro de esta (Ten, 1998). No obstante, la definición de los parques temáticos no descansa en estos lugares cerrados, pues, según Ten (1998), los parques temáticos abiertos son una propuesta más. Estos están dirigidos a públicos objetivos específicos, y hacen uso de “edificios o instalaciones ya existentes, dedicadas a fines diversos dentro de un contexto común y no concebidas, en principio, para este fin. Dicho contexto es, naturalmente, el que proporciona las líneas temáticas sobre las que construir la propuesta de comunicación” (p. 127-128). De este modo,

“…una ciudad, una institución, una empresa… se convierte en un verdadero parque temático”

(Ten, 1998, p. 129).

En ese sentido, al tomar como base la definición de parque temático abierto propuesta por Ten (1998), el Paisaje Cultural Cafetero puede ser categorizado como tal, ya que este ha sido adaptado de este modo por medio de estrategias que fomentan el turismo en la región, las cuales se enfocan en exaltar y materializar la labor de los caficultores, las viviendas que habitan, los objetos que usan, y el paisaje en el que viven. Además, muchas de las propuestas de turismo, que pretenden poner “en contexto”, tienen como fin educar y enseñar sobre esta labor a través del ocio durante la estadía del visitante.

En la plaza central del municipio de Filandia, Quindío, se pueden encontrar pequeños Jeep Willys para el disfrute de los niños. (Tafurt, 2021).



En estos mapas 360º puedes ver un fragmento de los municipios de Salento y Filandia, respectivamente, ubicados en el departamento de Quindío. Estos son dos de los más reconocidos del Paisaje Cultural Cafetero.

Según Arias & Bolívar (2006), las políticas de turismo en el Eje Cafetero han causado que las rutinas productivas propias del cultivo del café se conviertan en “objetos típicos”, y que los pobladores de la región se vean como “cuidadores” del paisaje y de la identidad cafetera que conservan. Por eso, son los campesinos quienes están a cargo de presentar una narración sobre lo que caracteriza a la región en términos culturales, sin dejar de lado la actividad cafetera, pues para los programas culturales-turísticos es fundamental. Así pues, para estas poblaciones, el resaltar su “identidad cafetera” se vuelve una necesidad en contextos de interacción económica y política. 

En estas prácticas, la cultura y la identidad cafetera se simplifican en objetos, ideas “típicas” e imaginarios, en el que se resaltan elementos como los cultivos de café, las casas de bahareque, los Jeep Willys, la figura del arriero ilustrada a través del personaje Juan Valdez, y los bultos de fique. Estos son expuestos y exaltados para el disfrute de los turistas, además, porque les permite concebirlos dentro de lo “tradicional” (Arias & Bolívar, 2006).

*Click en cada uno de los iconos del collage para conocer más sobre estos elementos.